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MIGUEL-ANXO PENA GONZÁLEZ • l'Q3 aspirado nuestros reyes''. 48 Pero a esta dedaración vinculante, tan honda y tan sentida, sigue una requisitoria virulenta a· la ambición, avaricia y orgullo de los ostentadores del poder hispano en América, que no tuvo ninguno de los frenos que las instituciones medievales hispánicas pusieron a sus reyes. Así lo entiende J. Klaiber, quien con– sidera que su argumentación se basaba también en el concepto suare– ciano de la soberanía popular, al mismo tiempo que en las ideas de Rousseau acerca de los derechos de los hombres. 49 En cierto momento de la Carta parece que aludiera a Francisco de Vitoria, cuando impugna el desenfrenado exc;eso de las prerrogativas hispánicas. Por este monopolio, afirmaViscardo, ''La España nos des– tierra de todo el mundo antiguo, separándonos de una sociedad a la que estamos unidos con lazos más estrechos''. 50 En la impugnación de este monopolio, Vitoria consideraba como primer títulci para la con– quista lícita de los españoles en América el de la sociedad y comunica– ción natural. 51 En la quinta de las razones para declarar este primer título, señala expresamente el derecho a comerciar con los naturales de América. Si Vitoria creyó un derecho de los españoles el poder co– merciar en Indias, parece también un derecho de los hispanoamerica– nos, el poder mantener el mismo tipo de esquema, pero, como no es así, Viscardo hablará de "una ciudad sitiada", lo que se presta a diversas interpretaciones. Ciertamente, si su idea no está basada directamente en el dominico, sí lo está en sus principios, de manera teórica. Si ésta es una cara de la moneda, tampoco se puede olvidar la opues– ta, que nos. recuerda con vehemencia Ramiro de Maetzu, cuando afirma que: "El hecho de la expulsión de los jesuitas produjo en numerosas fa– milias criollas un horror a España que al cabo de seis generaciones no se ha desvanecido todavía':5 2 lo que ayudaba a que las afirmaciones de este jesuita, encontraran el caldo de cultivo apropiado para su aceptación social. Pero en la argumentación de Viscardo quedará todavía más pa– tente su dependencia del pensamiento salmantino cuando afirma: " !bid., p. 82. ' 9 Cf J. Klaiber, La Iglesia ante la emancipación del Perú...,op. cit., p. 170. 50 J.P. Viscardo y Guzmán, Carta dirigida a los españoles americanos...,op. cit., p. 75. 51 Así lo refleja en su Relectio de lndis. Cf F. de Vitoria, Relectio de Indis o libertad de los in– dios, I, 3, 5, L. Pereña y J.M. Pérez-Prendes, Madrid, csrc, 1967, pp. 83-85. 52 R. de Maetzu, Defensa de la Hispanidad, 3a ed., Valladolid, s.e., 1938, pp. 41-42.
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