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· M!GUEL-ANXO PENA GONZÁLEZ • 93 tulo, pero rompiendo con la línea de reflexión teológica mantenida hasta aquel momento. La relación entre teología y política, en las aulas universitarias, tendrá también su referencia a temas tan importantes como el del tira– nicidio, al que ya nos hemos referido brevemente. 28 Ahora se produci- . rá una sustitución formal de la enseñanza de Suárez y Mariana, donde la soberanía residía en el pueblo, por la teoría del derecho divino de los reyes, apoyada en Bossuet, condenando como crimen de "lesa majes– tad", divina y humana, el atentar co:ntra el soberano. Se trataba así de recuperar esta visión, convirtiéndola en doctrina oficial, que ahora es sinónimo de segura. Y; por lo mismo, en su defensa escribirán diversos teólogos; aquellos que serán escogidos como libro de texto. Como es de suponer, este tipo de opciones tuvieron .también sus consecuencias en el entramado social hispanoamericano, donde los jesuitas gozaban de una fuerte,ascendencia, aun después del "extraña– miento". En este sentido, no parece que se haya tenido suficientemente en cuenta, en el proceso emancipador, la experiencia de verse despo– jados de aquellos que, en gran medida, controlaban .los. grupos de pensamiento más significativos en todas las amplias tierras españolas en América. Estos grupos oligárquicos tenían conciencia de haberse quedado huérfanos, por lo que se sentían llamados ellos mismos, por una parte, a vengar la expulsión considerando al rey y sus ministros como masones y volterianos y, lo que es más significativo, a dar el paso a la adultez. No cabe duda de que ese rechazo del soberano y sus insti– tuciones, con el paso del tiempo, derivará en el rechazo genérico hacia lo español y, por lo mismo, hacia la misma España. De todos modos, seguimos encontrándonos ante interpretaciones opuestas y, claramen– te, en la conjunción de las mismas es en donde se puede ofrecer luz. 29 28 No se puede además olvidar que éste era precisamente uno de los argumentos para justi– ficar la expulsión de los jesuitas. 29 Es el caso de Salvador de Madariaga, quien consideraba como segunda consecuencia de la Independencia precisamente la expulsión: "El segundo resultado fue sembrar a voleo por Europa miles de jesuitas hispanoamericanos que mal podían ser fervientes partidarios del Rey de Espa– ña... Se ha discutido si eran de verdad hostiles al régimen español, pero no parece razonable negarlo... De entre estos,jesuitas desterrados se sabe de.cierto que se: pronunciaron contra el régimen español, Javier Caldera, Hilario Palacios, Salvador López.y Juan de Dios Manrique de Lara, todos criollos, así como dos peninsulares: Andrés Fabrés catalán, y Cosme A. de la Cueva, asturiano. Pero los dos má,s activos fueron Juan Pablo Viscardo y José Godoy". S. de Madariaga,

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