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f - 11 - 5. Limitaciones de 1a libertad. - Ninguna violencia exterior es capaz de suprimir ni aun de disminuir el libre albedrío, consi– derado en su esencia, porque éste es una potencia interior que se posee a sí misma plenamente (1). Dios, si miramos a la in– m.ensidad. de su potencia, puede quitar la libertad y después imponer la coacción. Pero no puede violentar la libertad, de– jando al mismo tiempo a salvo la propiedad y naturaleza de la libertad (2). Por la unión que existe entre el alma y el cuerpo, el uso de la libertad en el hombre sufre las influencias exteriores. El sueño, la locura y la embriaguez la suprimen; la fatiga de la inteligencia, las sorpresas de la imaginación, la debilidad de los nervios la dis– minuyen más o menos considerablemente, y, en el hombre, la · razón es la que más pronto y más fácilmente se resiente de las lesiones organicas (3). 6. Regla del libre albedrío y fundamento de toda la Moral: la conformidad con la voluntad de Dios. - I.a regla del libre al– bedrío y fundamento de toda la Moral es la conformidad de la voluntad del hombre con la voluntad de Dios. Esta aproximación de nuestra voluntad a la voluntad divina, que es la rectitud y la justicia misma, nos hace más rectos y justos: Dios constituye la regla de las voluntades (4). Esta conformidad ha de comprender las disposiciones interiores (quoad volitum) y los actos exteriores; es decir, que el hombre debe querer lo que Dios quiere y por las mismas razones que Dios quiere·· (5). Debemos querer lo que Dios quiere absolutamente; respecto (1) Cfr. Sent. II, d. 25, p. I, a. unic., q. 1, y p. II, a. unic., q. 1 y 2, t. II, pp. 598, 610 y 612. (2) Sent. II, d, 25, p. II, a. unic., q. 5, t, II, p. 619, (3) Ibid. q. 6, conclus., solut. op. 4, t. II, p. 624, (4) Sent. I, d. 48, a, 1, q. 2, fund, 2 y 3, t. I, p. 621, (5) Ibid., conclus.

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