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- 15 - está presente y obra en todas partes, se dirige a donde quiere con una eficacia soberana, y no hay nada que pueda resistir a su vo– luntad. Lo qu~ es imposible al hombre, por.la limitación de las fuerzas naturales y falta de luz de la inteligencia, es posible a Dios, que es dueñ.o de la naturaleza y posee una ciencia infi– nita. El único límite a la voluntad divina es el absurdo y la nega– ción. Así, Dios no puede hacer el mal, porque tal poder no sería poder (posse malum non est posse). El poder de hacer el mal no sólo anularía la perfección de la potencia, .sino aun la potencia misma, porque el poder de decaer no es poder (posse deficere non est posse). De ahí que en el orden del ser la potencia divina sea infinita, porque puede realizar todo lo que quiere y porque donde– quiera que obra es eminentemente libre e independiente. Por eso, si de Dios puede afirmarse rectamente que es omnisciente y om– nipotente, no puede decirse con propiedad que es omnivolente, porque Dios no quiere todo lo que puede ser querido: Dios no quiere el mal. Y, rio obstante, es omnipotente aunque no pueda hacer el mal (1). 11. La_ predestinación y la liberta~. - Después de conside– rar la voluntad en el hombre y en Dios, surge el gran problema de la conciliación de la acción de ambas voluntades en el mundo, o sea la predestinación y la libertad. La predestinación es un aspecto particular de un problema más general, el problema de la presciencia divina. La posición de San Buenaventura en esta cuestión, aunque no. alcance los mati– ces y desarrollos que sólo obtuvo en los siglos xvr y xvrr, es firme y decidida, y se puede resumir en estas proposiciones: a) la pres– ciencia divina considerada en sí misma no es causa de los aconte– cimientos futuros; b} considerada en relación con los mismos acon– tecimientos, se puede decir que es su causa; e) de todos modos esta causa no implica necesidad. Considerando la presciencia di- . (1) Ibid, q. 2, t. I, p. 801.

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