BCCCAP00000000000000000001253

- 14..:.. es infinitamente feliz. La voluntad acompaña siempre a la justi– cia y a la equidad, porque estas dos virtudes ]?.O son más que la rectitud de la voluntad, y Dios es soberaname1:1te justo. En fin, ' la voluntad va siempre unida a la liberalidad, porque ésta no es más que una forma del amor, _y Dios es la; misma liberalidad. La voluntad en Dios es superior a la del hombre. En nosotros la voluntad nace de una necesidad que busca lo que le falta; indica la imperfección de nuestra naturaleza, que nunca está· completamente en acto y que tiene que luchar para realizar sus potencias o rechazar lo que las _contraría; depende de la l~cha de los sentidos y de la vida sensible y está sujeta a fa desconcer– tante movilidad de nuestras inclinaciones e impresiones. En Dios, la voluntad no tiene nada de sensible, y como la esencia divina realiza .desde la eternidad las virtualidades que contiene y es un acto puro, de ahí que el querer en Dios se desarrolle en la plena posesión de la felicidad. La voluntad en nosotros nace de una indigencia, y por eso se manifiesta como un esfuerzo para huir de aquello q~e nos daña o adquirir lo que nos gusta; y según que este esfuerzo consiga o no consiga sus fines, pues la voluntad humana nunca se identi– fica con su fin, experimentamos gozo o tristeza. En Dios, lavo– luntad nunca está separada de su fin natural; no se manifiesta, pues, bajo la forma de esfuerzo, y lejos de implicar tristeza es sinó– nimo de gozo y de feliddad eterna. En nosotros, en fin, la voluntad es inconstante: incierta res– pecto de los bienes que desea, se dirige ora a _esta parte, ora a la contraria; quiere y no quiere; rechaza lo que acaba de buscar con ardor y desea lo que acaba de rechazar. Dios, por el contra– rio, se posee a sí mismo en la soberana tranquilidad del acto puro, y su voluntad no está sometida a ninguna especie de vicisi– tud (1). Finalmente, la voluntad en Dios es omnipotente: como Dios (1) Sent. I, d. 45; a. 1 q. 1, t. I, p. 799,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz