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PUBLICACIONES ritu de ritual y ceremonial caracte– rístico de los enterramientos medie– vales; basta repasar a la ligera las páginas del incansable Antxon, para percatarnos de que nos desenvolve– mos en un ambiente de ritos y ce– remonias, enlazados íntimamente con la religiosidad y ésta con la re– ligión, inherente a todo ser huma– no, más perceptible en el medieval. Y aquí hay espíritu, hay arte y hay ciencia, porque la ciencia y el arte no son sino modos comple– mentarios de situarse ante el funda– mento mismo de la realidad huma- na y espiritual; entre el cielo y la tierra hay más de lo que la ciencia dice. De esto nos hablan en elocuen– te silencio todos estos monumentos funerarios que, tallados en piedra, simbolizan la perennidad de nues– tra vida trascedente. No se es ateo porque se sabe que no hay Dios o porque no se cree en Dios, sino porque se cree que Dios no existe. No se afirma la tesis de la ani– quilación porque no se crea en la vida transmortal, y mucho menos porque se sepa que no la hay, sino porque se cree que esa vida no exis– te. Desde el punto de vista huma– no, podría decirse lo mismo de la creencia en la vida trascendente, en la resurrección; pero, dentro de lo que es el psiquismo humano con esa insaciable ansia de superviven– cia que posee, tantas veces oculta, pero siempre real, la idea del más allá como acceso a una existencia plena y perdurable, se nos ofrece no sólo como más _aceptable, sino también como más deseable. · De ahí esa forma específica de señalar el lugar del descanso de un ser humano con estos hitos o este– las preparadas en dura piedra, sím– bolo de la perennidad. De un modo 478 enteramente inimaginable, el cuer– po corruptible del ser que muere, será inmortal, vivirá siempre. El incansable trotar del Sr. Aguirre Sorondo, por los Valles de Yerri y Guesálaz (Navarra) Quien conozca la geografía de Navarra sabe de ásperos y suaves relieves geográficos, altiplanicies, llanuras y pueblos y más pueblos salpicando todos sus rincones; para quien no la conozca, presenta el au– tor varios mapas de los dos valles, bautizándolos con el nombre anti– guo que unía a entrambos, VALLE DE DIERRI. Incluye Salinas de Oro, Abárzuza y Lezáun, algo margina– dos de las demarcaciones señaladas. La denominación de las estruc– turas administrativas del antiguo Reino de Navarra es única y creo necesario resumirla brevemente. Primero está el Municipio, re– sultado de las primeras organizacio– nes de los pobladores formando una ciudad, con el Alcalde a su ca- beza como responsable del grupo humano, judicial y políticamente, y los Regidores o "boni homines", consejeros del anterior; a partir del siglo XIX se les llama a estos últi– mos simplemente "concejales". Están después las Cendeas y Valles. La palabra Cendea parece tener su origen en una agrupación de aldeas y pueblos que tenían como obligación reclutar una cente– na de soldados para servicio de las autoridades de que dependían. El Valle agrupaba numerosos pueblos, aldeas, caseríos y bordas, formando un solo Municipio, a veces llamado Universidad; casi siempre se halla delimitado por entornos geológicos muy en consonancia con el sentido geográfico de su nombre, "Valle". [12]
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