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MINETAKO ZOKOA Al recorrer por vez primera las cercanías de MINETAKO ZOKOA en el mes de marzo de 1978, quisimos dar con restos de alguna posible entrada a la mina o minas, localizando así el lugar de donde pudo salir semejante cantidad de escombros cuarcíferos existentes en las cercanías. Inmediatamente encima de la «fuente intermitente», chocamos con un hundimiento del terreno en forma de amplio sifón; tiene unos cinco metros de profundidad y durante el verano la vegetación oculta y entene– brece su acceso, llenándolo de misterio. No pudimos encontrar nada en su interior, salvo algunas piedras en forma de losas en su fondo; se hubiera hecho necesaria alguna excavación en sus costados o en su base, para la localización de alguna posible galería subterránea. Subiendo entre piedras, amontonadas con poco orden, por un sendero trazado por los ganaderos, llegamos a la borda de TURBURUA, donde uno de sus tres sufridos habitantes nos recibió con la amabilidad habitual en ellos y solamente pudo comunicarnos que aquel hundimiento había sido reciente y nadie sabía cómo explicarlo. Se observó algo más arriba que la ladera izquierda del abrupto barranco estaba profundamente removida; el señor ganadero de la antedicha borda, nativo de estos rincones y de bastante edad, solamente pudo decirnos que siempre lo había conocido así, y evidentemente, de allí podían proceder en gran parte aquellas cuarcitas y areniscas que llenaban la abrupta explanada de Minetako Zokoa. La inspección visual no dio muestra alguna de si se trataba de una simple cantera o de alguna galería de mina, con su entrada correspondiente. Bordeando el montículo adyacente, de .fuerte pendiente, y subiendo un largo trecho, llegamos a las proximidades de la borda Etxebertzea, hoy deshabitada. A la izquierda de la misma se observa clarísimamente una obra de extracción de piedras y tierra de grandes dimensiones, formando un amplio e irregular valle artificial de fondo muy abierto, y, a juzgar por la vegetación formada en sus paredes y trincheras cortadas a pico, la probable explotación minera a cielo abierto o poco menos, tenía que ser muy antigua. Ningún anciano del lugar tiene recuerdo alguno de semejante opera– ción, y, dada la proximidad a la zona de Minetako Zokoa, llegué a la hipótesis de que aquí podríamos chocar con una de esas extracciones metalúrgicas plineanas masivas, a base de la destrucción de un monte, «ruina montium», de que se ha hablado. El volumen de tierra y piedras que supone todo el hueco actual es muy grande y por allí no existe ni se observa la posible existencia de torrentes de agua que hubiesen podido producir esa erosión geológica tan grande; se trataba sin duda alguna de obra del hombre. Pasado el tiempo, y, leído y meditado Plinio, la conclusión es que de aquí tenía que proceder la mayor parte de aquellas rocas de curzo y trozos de cuarcita y areniscas que llamaron la atención de Vié y Lamare y de cualquiera que visite esa región. Algo más abajo de la borda de Turburua, tantas veces citada, los montones de arenisacas y cuarcitas se hacen más uniformes y terminan de modo totalmente artesanal en forma de pared canteril, a la vera del camino que desciende de Arrosenea Gañeko. [15] 179

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