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KISULABEAK - HORNOS DE CAL merienda de media tarde con queso, pan, vino y algún fiambre, merendue, se terminaba el día con una cena abundante y apetitosa, afarie. En la comida y cena se servía como plato principal, carne de cordero o de cabrito en abundancia, acompañada o precedida de sabrosos potajes a base de «alubia roja» de la huerta de la dueña. La etxekoandre acudía puntual– mente a la calera con su cesta a las horas de la refección, pues no se podía abandonar el horno en ningún momento; con ella iba toda la familia, porque era «una fiesta grande» sobre todo para los peques de la casa. (Fot. 5."). Para el resto del día y de la noche, además de bebidas, tenían estos hombres siempre a su disposición, pan, queso y variedad de conservas de pescado, abundando las sardinas en aceite. 10. Fiesta final Terminada la descarga del horno y transportado el material a los campos señalados por el dueño, todos volvían a sus casas, se lavaban y cambiaban de traje y se reunían en la casa del promotor de la hornada para la cena final; era frecuente que los comensales llegasen al número de treinta, pues se procura– ba gratificar de forma amplia a cuantos habían contribuido con carretas, leña y piedra caliza, a la operación del cocido de la cal. Para esta cena se guardaba lo mejor del rebaño de la casa y de las reservas de su despensa; solía presentarse muy frecuentemente el siguiente menú: Olio salda ... caldo de gallina. Txitxirikoa ... garbanzos. Buru-arraiak ... cabezas de cordero con arroz y salsa variada. Xuri ta beltz ... sangre de cordero cuajada y mezclada con huevo batido y cebolla, formando una especie de embutido o morcilla. Se completaba con cordero, pollo, vino tinto navarro y gaztanbera o cuajada de leche de oveja, en abundancia; se preparaba en los kaikus de madera, con piedras especiales puestas en el fuego al rojo vivo, burdiñarri. Servidos el café y los licores, «quedábamos todos satisfechos», me co– mentaba Ignacio Iriarte, de lrurita, y se comenzaba a cantar al son del txistu; los bersolaris improvisaban sus letrillas llenas de ingenio y picardía. La sobremesa duraba así varias horas y en ella se bromeaba y se cantaban canciones «nuevas y viejas», hasta que el severo reloj de péndulo de la sala comedor señalaba las dos o tres de la mañana. A esta hora se hacía la «cena de brujas», sorgin-afarie, consistente en sopa de ajo con guindilla puy picante, cordero o gallina, café, licores y buen humor. Al canto del gallo se retiraban a sus casas, pero· antes el patrón daba a todos las gracias por la labor realizada; quedaba él tranquilo y satisfecho porque se había terminado felizmente la hornada de cal y sus campos estaban ya preparados para producir buenas cosechas en los años sucesivos. Se iban todos a sus domicilios hablando en voz alta, cantando y lanzando ir:rintzi al aire; entre las muchas letrillas se solía hacer uso frecuente de la que sigue: [23] Goazen etxera goazen etxera erretiratu ordu da, gizon deboxak argi astera erretiratzen baitira. Vamos a casa, vamos a casa ya es hora de retirarse, los hombres formales se retiran al amanecer. 399

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