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KISULABEAK - HORNOS DE CAL duro trabajo de sacar chispas del pedernal golpeándolo con el eslabón 10 • En el Diccionario de los Fueros de Navarra 11 se recoge uno de estos derechos de todo avecindado en el Reino: «EL FUEGO»: Debe darse recíprocamente en los pueblos de Navarra escasos de leña, los unos vecinos a otros, dejando para ello en el hogar, después de haber guisado la comida, tres tizones a lo menos. El que necesite de fuego acudirá a la casa del vecino con un tiesto de olla, y en él una poca de paja menuda: dejará el tiesto a la parte de afuera de la puerta de la casa: subirá al hogar, atizará el fuego, tomará ceniza en la palma de la mano, y sobre la misma ceniza pondrá las ascuas que quisiere llevar al tiesto, dejando los tizones del hogar de manera que no se apaguen. El vecino que se escusare a dar fuego en esta forma pagará 60 sueldos de multa». Llevarían, pues, de forma parecida algunas ascuas o tizones en un tiesto o trozo de olla desde el hogar, y procederían al encendido ritual y solemne del horrio, según la forma indicada. Iniciada la llama, comienza el trabajo continuo de los mantenedores del horno; se irán sucediendo cada doce horas tres o cuatro individuos volunta– riamente comprometidos; atenderán a todas las necesidades del horno: atizar el fuego, alimentar el hogar, limpiar el tiro y vigilar la dirección de los vientos para evitar una desigual distribución del calor por el horno de la calera. Los dos primeros días se quemaban ramas ligeras, para no elevar excesi– vamente la temperatura del horno desde el principio y proceder a desecar los materiales; después se procuraba trabajar a la máxima temperatura posible (hoy se la fija en las proximidades de los 1.000º C). Uno de los grupos llegaba por la mañana, «almorzado en casa del patrón» y seguía al cuidado del horno hasta el anochecer, en que era substituido por el segundo equipo que llegaba «cenado», retirándose los del primero a descansar después de cenar en casa del responsable de la calera. Se empleaban en estas operaciones, durante varios días, de seis a ocho hombres, según la capacidad de la calera; dependía la duración de la ºf era– ción del «cocido», de la calidad de la leña empleada y del cuidado de tiro dirigido y distribuido por todo el horno. Al final de la cocción, unos cinco o seis días después del encendido del horno, las piedras de la meta de la parte superior se ponen rusientes como el hierro al rojo vivo, espectáculo digno de verse por la noche; «parecían ascuas de madera ardiendo», me contaba Mariano Iceta, de Elizondo, testigo de una de las últimas hornadas realizadas por estos rincones del Valle 12 • (Fot. 4."). El trabajo principal de estos hombres consiste durante esos días en alimentar y atizar el fuego con la ayuda de las horquillas de madera de haya, kuxine, y en limpiar el tiro o auskoa con la barredera o suko-aga, introdu- 10. PÉREZ DE VILLARREAL, Vidal. Etnografía baztanesa. Retazos, en CEEN 16 (1984) p. 153-191. 11. YANGUAS Y MIRANDA, José. Diccionario de los Fueros del Reino de Navarra..., San Sebastián, I.R. Baroja, 1828, 143 p. 12. ANZANARRI (Mariano lceta). Kisulabeak en Suplemento del Príncipe de Viana para el fomento del vascuence. Pamplona, octubre y noviemore de 1966. [17) 393

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