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Moreno, durante su segundo mandato, "para hacer la guerra al vicio" (Carta al padre Miguel de Prats, julio 22 de 1873). A través de su embajador en Panamá, Jiménez Arce, hace llamar a los apóstoles de masas, que habían sido expulsados de La Antigua, Guatemala, después de haber hecho gestiones persona– les con el Papa y con el General en Roma. La amplia visión del Presidente sobre la globalidad de las ne– cesidades hace que el proyecto de renovación moral y espiritual esté inscrito en otro más amplio: la restauración del Ecuador en todos los niveles. Por este tiempo vienen al Ecuador, invitados por el Presidente García Moreno, los Jesuitas, expulsados en tiempos de Urbina (1862); llegan los padres Lazaristas, entre los cuales está el pa– dre Pedro Schumacher, futuro Obispo de Portoviejo (1872); los Hermanos Cristianos, que fundarán escuelas y colegios (1863); las religiosas de los Sagrados Corazones (1862); las del Buen Pastor (1870); las Hermanas de la Caridad (1871); las de la Providencia (1872); los religiosos de la Congregación del Santí– simo Redentor (1870); y... (lamentable olvido de la reseña histó– rica del Anuario La Iglesia en el Ecuador 1949) los Capuchinos que, a fuer de menores, no constan como ingresados al país. Más adelante en el mismo Anuario, fuera de la reseña histórica, en el capítulo Ordenes y Congregaciones Religiosas Masculinas, en la p. 247 dirá: "Los Padres Capuchinos llegaron a Ecuador expresa– mente llamados por García Moreno". El deseo (y la presión) de García Moreno es que los Capuchi– nos funden un convento en !barra y otro en Manabí, para atender a las necesidades del pueblo. Los Capuchinos encajarán bien en el ambiente general de las provincias de Imbabura y Carchi, bastiones del conservadurismo. Serán las autoridades, civiles y eclesiásticas, las que los reclamen y los apoyen en todo momento. El pueblo no sólo les acogerá sino que les ayudará con sus propias manos y hasta con sus bienes materiales. 7

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