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-90- Superiores en el humilde oficio de portero, que exige no pequefia dosis de paciencia, prudencia y sagacidad, se esfuerza por llegar a la cumbre de la santidad, cum– pliendo con diligencia y piedad los deberes anejos a su oficio. Nada en verdad, nada extraordinario descubri– mos en su plan cotidiano de vida; pero todas sus ac– ciones estuvieron informadas por la caridad, la obedien– cia y la religión : «Todo lo hizo bien, (1 ). Por esto bien podemos asegurar que la santidad cristiana no es pri– vilegio de pocos, sino deber de todos, que no .obliga solamente a algunas almas dotadas de más excelentes cualidades naturales y dones divinos, sino a todos, ab– solutamente a todos los cristianos. Lo cual por otra parte Dios mismo lo mandó al decir: cSed santos, por– que yo soy santo» (2); csed perfectos, como es perfec– to vuestro Padre celestial.» (J) Mas ¿por qué métodos o por qué medios llegó nues– tro Conrado a esta heroica perfección evangélica? De todos es conocida su castidad virginal que adornando su espíritu, daba aspecto angelical a su rostro y pare– cía poner en él reflejos de las celestes hermosura,s. Co– nocida es su humildad, que le impulsó a realizar mara– villosamente en su vida cotidiana aquella invitación de Jesucristo: <:Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encon traréis descanso a vuestras almas» (4). Pues así, como , en frase de San Agustín , el edificio (1) Marc. 7, 37. (2) Levit, 11 , 41; 1 Ptr. 1 16. (3) Matt. 2, 48. (4) Matt. 11 , 29.

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