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-89- alborotado levantóse la Iglesia y une en fraternal alian– za a pueblos cultos y bárbaros, y purifica sus pecados y fomenta la moralidad y muéstrales d cielo, como pa– tria nueva feliz e inmortal, que debe ser conquistada por sus esfuerzos. Vendrán a tierra en el transcurso de los siglos por la acción del tiempo y de la malicia hu– mana, los reinos y los imperios y todas las cosas; mas la Iglesia de Dios, sostenida en alto por el Espíritu San– to no caerá jamás. Más aun; cuanto más aciagos sean los tiempos, más brillará la hermosura de su santidad; y cuanto con más malvado empeño, la persecución y la calumnia embistan contra la sociedad cristiana, surgirán más invictos y esforzados paladines, que la defiendan, vindiquen su libertad y la ilustren con el brillo de sus virtudes. Y así, como en el jardín de la Iglesia no faltan ni las blancas flores de la virginidad, ni las purpúreas del martirio, ni los árboles gigantescos cargados de frutos, así tampoco en ella faltan las pequeñas y humildes vio– letas que exhalan suavísimo olor. Entre ellas, por su singular humildad, debe ennumerarse Conrado de Par– zham, a quien hoy, solemnidad de Pentecostés, hemos condecorado con la aureola de los santos. Pues si hubo alguien que correspondiera con ánimo pronto y decidi– do a las inspiraciones de la gracia, éste fué Conrado que bien pudo aplicarse a sí mismo en todos los mo– mentos de su vida aquella frase dejesucristo: «Yo siem– pre hago las cosas que le agradan.» (1) Puesto por sus (1) 'Ioann. 8, 29,
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