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-88- grandioso templo , mientras el Romano Pontífice se di– rigía hacia el trono erigido delante de la Cátedra en el fondo del ábside. Desarrollóse enseguida en la forma acostumbrada, la ceremonia de la canonización y, terminado el canto del Evangelio, el Papa leyó la siguiente bellísima ho– milia sobre la festividad del día y en honor del nuevo Santo: VENERABLES HERMANOS Y QUERIDOS HIJOS: «Bajó repentinamente del cielo un ruido, como de vendaval, que sobreviene.» (1) Llenos los Apóstoles del Espíritu Santo, y no sujetos ya, como antes, a las flaquezas humanas de la ignorancia y cobardía, reco– rren mar y tierra, llevando a todas partes el nombre y culto cristiano. «Por toda la tierra resonó el timbre de su voz, y sus palabras llegaron hasta el último confín del globo» (:¿), Desheredado y desterrado estaba el género humano y aceleradamente caminaba hacia la ruina, sumergido en toda clase de errores, hecho juguete de locas concupis– cencias, y aquejado de estas y otras miserias, fruto del pecado de los primeros padres. Mas merced a los ma– ravillosos trabf,jos de los pregoneros evangélicos, y a la virtud fecundante de la sangre de Cristo, de este mar (1) Act. Apost. 2, 2. (2) Psal. 18, 5.-Rom. 10,18

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