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-7- preceder y hacer corona al Niño Jesús, que en breve nacerá también en su diminuto pesebre. Estalla entonces una explosión de alegría, y un coro de voces argentinas se confunden en común regocijo. Corren todos a ver, y aun los más pequeños miran extasiados al recién nacido, y pensando en el don del cielo hecho a su casa, gustan ya las dulzuras de las próximas Navidades. Poco después se visten sus mejores vestidos, y si– guen alborozados a su padre a la parroquia de Weng, donde es administrado el mismo día el bautismo al re– cién nacido al que le imponen el nombre de Juan. En aquella familia cristiana la luz de la gracia tenía que seguir inmediatamente a la luz de la tierra. -Ahora sí que es un verdadero angelito del cielo nuestro Juanito-dice la madre a sus hijos-ahora me– rece las caricias y besos de todos, de los ángeles y de los hombres. Abrazadle, besadle, es hijo de bendición y de gracia. Ese es el futuro S. Conrado de Parzham. Venido al mundo casi la víspera de Navidad, no pa– rece sino que Jesús hubiera querido esconderse desde el primer momento en su corazoncito, para guardar su porvenir y enderezar su camino, haciendo de él un mi– lagro de bondad, de virtud, de santidad. En buenas manos ha sido puesto este niño, pues a los dones de gracia que ha recibido corresponden dig– namente los sentimientos eminentemente cristianos de la familia, donde Dios reina soberano, toda vez que
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