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L. -81- Fiel como siempre al espíritu de inmolación que tanto aprecia y al silencio que siempre ha observado, nada dice de sus sufrimientos e indisposiciones. Quiere estar en la brecha hasta et último momento. Aqutl día el trabajo es extraordinario. Llegan al santuario siete peregrinaciones. ¡Hay tan• to quehacer! Pero advierte que sus fuerzas le hacen traición. Y pensando que una hora de descanso le bas·• tará para restablecerse, busca un sustituo en Fr. Adeo– dato, su compafíero. Pero las fuerzas no vuelven y después de vísperns se vé obligado a confesar su postración: -Padre Gurdián, no puedo más! El superior te ordena que se acueste en la celda de la Virgen, que es más espaciosa que las otras. Se llama al médico quien le prescribe descanso ab– soluto. Fr. Conrado tranquilo, sereno, lleno de recogimien- to aprieta en sus manos el Crucifijo, su Amor, y el Ro– sario. Está absorto en oración . Se acerca ya la hora de ir a Dios, de unirse con su Amado a quien ha mirado y compadecido tantas veces en la cruz, con quien ha querido vivir crucificado, por cuyo amor todo sacrificio le ha parecido ligero, más aún, dulce y agradable. Se acerca ya la hora de ser verdaderamente «un · serafín», allá, en el reino donde reina soberano el Amor. Pasan el 19 y el 20 de Abril. Parece advertirse al– guna mejora. Ilusión de sus hermanos que sienten ya el dolor del proximo doloroso desenlace. 6
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