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-77- y la pía Terciaria le envió otras cartas después de haber estado en Altoetting. Respondióle el Santo e¡ 6 de Agosto de aquel mismo año. Entre otras cosas le dice exhcrtándola a la confianza: «Nuestra confianza (en Dios) debe ser grande y mayor aún debe ser nues– tro amor.» Felicítase después del vivo deseo de consa– grarse a Dios que aquella le manifiesta y exclama: «¡Oh hermana mía, Dios nos ama de verdad! Nos ha colma– do de muchas gracias que nos las concede por puro amor y misericordia. Cons¡;grémonos enteramente a El, nuestro bueno y amado Padre del cielo. Amémosle mu– cho. ¡Oh! Nuestro amor debe ser grande y cada vez ma– yor porque rn esto no tiene que haber descanso ... Pero basta, que no acabaría nunca sobre esta materia.» Evidentemente cuando toca esta fibra delicada del Amor divino no quisiera acabar porque el corezón le da vuelcos en el pecho. También la «hermana» parece sacar mucho prove– cho de esas respuestas y escribirle más a menudo por– que el Santo en la última carta que poseemos del 3 de Octubre le dice: «No sé que habrá pensado V. de que yo no le haya escrito nada ... Pero tal vez es mejor que no le escriba.» La exhorta a continuación a unirse cada vez más ínti– mamente con Dios y añade para terminar: «Por lo que a mí hace, tal vez V. querrá sEiber có.. mo me encuentro. Yo procuro con toda diligencia amar mucho a Dios. Y el temor que ·me asalta con frecuen– cia es el no amarle; ¡yo que quisiera ser un serafín de
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