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-76- estrecharme más y más a El. Le hablo con toda con– fianza como el niño a su padre. Le confio mis cuidados, deseos y todo cuante me interesa.» Por aquí se ve que vivía de esta confianza, dE-- ese abandono total en El. Siéntese en esas paÍabras el es– píritu de S. Pablo a quien ninguna criatura podía im– pedir la unión con su Dios. Y añade: <Le pido esta o la otra gracia, pero con confianza infantil, sí, con grandísima confianza. > Ni siquiera los defectos pueden disminuir ese afecto ni alterar es-a confianza. «Si he cometido algún defecto, añade, Je ruego con grande humildad me lo quiera perdonar una vez más todavía, pues tengo gran deseo de ser bueno. Sí, quiero amarle más tiernamente, más íntimamente.> Y cuál es el secreto de tanto incendio? La Cruz. «La Cruz es mi libro, dice. Una sola mirada a la cruz me enseña todo. Ahí aprendo la mansedumbre y el modo de sufrir con paciencia; más aún, todo me Jo vuelve dulce y ligero.» Y como este ·asunto es el que más le apasiona, aña– de: «No puedo escribirle más, porque no acabaría nunca.» Manifiéstate finalmente el gusto que tendrá en vol– ver a verla: cV. vendrá sin duda de nuevo a Altoetting y eso será para mí una verdadera alegría. Entonces hablare– mos más largamente . Si quiere escribirme, puedt ha– cerlo; pero yo no puedo respunderle con frecuencia. >

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