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CAPITULO I Primavera de santidad tán ya cerca las Navidades de 1818. En el valle de Rott, en Baviera, se en– saña un riguroso invierno de vientos impe– tuosos y hel ados, de tupidas nieblas, y a veces también de tempestades de nieve, que obligan a reposar en torno al hogar donde transcurren melan– cólicas las horas. Días llenos de tedio y aburrimiento. Pero en la casa de Bartolomé Brindorfer, honrado y acomodado labrador de Parzham, hay alegría y fiesta. Cabalmente en la noche del 22 de Diciembre le ha na– cido otro niño, el nono de los 10 hijos de Gertrudis Niedermaier, su mujer. Bartolomé, apenas amanece, va a notificárselo a las hermanas y hermanitos: ¿Veis?-les dice- los Angeles han bajado a nuestra Céisa, mensajeros de celestes bendiciones, y nos han dejado este hermanito suyo , graci oso y amable, para