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L CAPITU!...O X La «hermana» o es raro en la vida de los santos encontrar amistades afectuosas, aunque santas, con otras almas sedientas de Dios que la Pro– videncia coloca en su camino. Cuando es– tas almas se encuentran y se conocen bien recíproca– mente, brota entre ellas una alegría celestial que las invade, un suave sentimiento de gratitud a Dios que las inunda . Se aconsejan mutuamente, se con'suelan, se incitan, se estimulan. Es la verdadera amistad. Es la unión íntima de pensamientos,~afectos y santas aspira– ciones. Sta. Paula y Sta . Eustoquio se encuentran al lado de S . Jerónimo; Sta. Escolástica con S. Benito; Sta . Clara con S . Fi:ancisco; Sta. Luisa. de Marillac con S . Vicente de Paúl; Sta Juana Chanta! con S. Francisco de Sales. Y así otrmj muchos casos. En la vida de S . Conrado encontramos también una piadosa terciaria cuyo nombre ignoramos, que fué ín-

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