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-70- Si hay algún convento que prefiera es el de Altoe– tting donde está el santuario de María; si sufre al aban– donarlo es porque se trata del santuario de la Virgen. Bajo las alas de María se siente seguro, en fa Vir– gen halla más que una madre; colocado en aquel céle– J:,re santuario para servirla se cree más feliz que un rey. Tabernáculo, Cruz, María: he ahí todo. ¿Qué vale lo demás? Un solo afecto arde en su corazón, una sola preocupación se alberga en su alma, una sola aspira– ción florece en su espíritu: amar siempre mucho esos caros objetos de su corazón, servirles con fidelidad y perseverancia, trabajar porque sean amados también por los demás. Entre los propósitos de los primeros años de su vi– da religiosa está éste: «Trabajaré por tener una tierna devoción a la beatísima Virgen María y procuraré imi– tar celosamente sus virtudes.» La fidelidad a esta promesa es evidente en toda su vida. El humilde portero del santuario de Altoetting no hablaba a los peregrinos que allí acudían en tropel sino de Jesús y Maria. Era una gran satisfacción para él po– der difundir en torno suyo el amor a María o despertar– lo donde ya existía. Las tres cartas dirigidas a la amada <hermana » (de la que hablareinos enseguida) están llenas de esos ufec– tos . El saludo que le dirige va siempre por medio «del Corazón Divino de Jesús y de María», y lo repite una y otra vez. Si quiere decirle o recordarle algo impor-
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