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-69- se prestaba mejor a los ímpetus de su amor. Recorría– lo llorando no pocas veces y pudiendo no empleaba me– nos de una hora en este piadoso ejercicio, deteniéndose largamente en la contemplación de las escenas de la Pasión de su Maestro. · Admirábanse muchos de la inalterable serenidad de su rostro en medio de las abrumadoras fatigas y conti– nuas contrariedades de la portería donde las turbas afluían de todas partes, turbas muchas veces petulan– tes y exigentes. Pero él pensaba en la mansedumbre de Jesús, en sus humillaciones y paciencia divina. Así escribe él mismo: «El medio que empleo para ejercitar– me en la humildad y mansedumbre es la Cruz.» El padecer en unión de Jesús era un placer para él y cuando no se presentaba ocasión, se la procuraba pri– vándose sobre todo del sueño y observando muchas otras abstinencias. Hasta los 70 años no bebió vino ni cerveza y si alguna vez tenía que hacerlo por obliga– ción, escogía lo que los otros desechaban. De la devoción a Jesús Sacramentado y al Crucifijo brotó en su espíritu la del Sagrado Corazón. ¿Y cómo había de ser si su mente estaba completamente aplica• da a Dios y su vida entera era ternura de amor? Al amor de Jesús sigue el amor de su Madre, Ma• ría Santísima. Nuestro Siervo de Dios puede llamarse un devoto apasionado de Ella. En esta flor escogida del valle de Rott la devoción a la Virgen se ar:aigó desde la infancia y se desarro– lló rápidamente con los años.

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