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-68- tuario manifiesta los frutos c!e la visita de Jesús a su alma. Ahí está el secreto de su ascendiente y de sus éxitos. Acércase al altar, aún en su vejez cuando parece que hasta el espíritu debiera entumecerse, con el mis– mo ardor juvenil y el ímpetu de un corazón seráfico. Para él vivir con Jesús constituye el gozo y la alegría y la suprema delicia espiritual. Y los superiores que se percataron luego de la pu– reza de su conciencia y de su santidad, le dieron per• miso para que comulgase ya desde joven todos los dias, apesar de que entonces no era esa la corriente, antes bien los mismos religiosos no comulgaban sino tres o cuatro veces a la semana. El Crucifijo atraía su mente y su alma entera desde que vivía en el Rott. En el Crucifijo encontraba pábulo espiritual en abundancia. Sumergías'= su 1:.lma en la contemplación de los dolores, humillaciones y agonía de jesucristo y bien pronto hizo de él su libro, su es– pejo y el objeto de sus miradas más afectuosas y pro– longadas. La Cruz y el Tabernáculo son los dos polos dentro de los cuales se movía su espíritu y se espaciaba su mente. «La Cruz es mi libro-escribe él mismo;-una mirada a la cruz me enseña en cada momento el modo de portarme. » Por eso entre todos los ejercicios de piedad el Vía Crucis era el que gozaba de sus preferencias porque

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