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l -67- ¡Es un verdadero paraiso! De seguro que en ese puesto se halla bien Fr. Con– rado bajo todos los aspectos. Además ha alcanzado desde el principio la gracia de anticiparse y sustituir, en las primeras horas de la mañana en el servicio de la sacristía, al hermano sacris– tán ya anciano y achaco~ . Por eso se levanta poco después de las tres, prepara la sacristía y los altares, llama a los Padres que tienen que decir las primeras misas y les ayuda con reverencia y fe; y cuando suena el Angelus a las 5 y baja el hermano sacristán, encuen– tra la iglesia abierta y todo dispuesto y preparado con exactitud, mientras Fr. Conrado a las 5 vuelve a su oficio de portero . Mas su mayor consuelo es la Sgda. Comunión que recibe de ordinario en la Misa primera. Ya no se trata de ver a Jesús, adorarle y hacer ella corte, sino de poseerle realmente, participar de El, vi– vir de El en la plenitud del término y alimentarse de su carne. ¿Cómo se preparaba para ese Sacramento nuestro Siervo de Dios? ¿Cómo lo recibía? ¿Qué frutos sacaba de él? No nos es posible a nosotros descender a su cora– zón y leer y observar en él las comunicaciones divinas entre el Creador y la criatura bien preparada. Mas su exterior dice bastante de la labor que se realiza en su interior, así ClJmo su modestia, su trato y aquella espe– cie de fascinación que ejerce en los que visitan el san-

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