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-66- Pero ¿cómo puede estar allí con tanta frecuencia y orar y entretenerse con Jesús si acude tanta gente a la portería y la campanilla suena contínuamente y hay que estar siempre abriendo y cerrando la puerta? Es que no faltan tampoco minutos y horas y a ve– ces días enteros de reposo. Por lo demás le basta en– trar allí un momento, deteners'é un instante, dar una mirada al Tabernáculo. Eso le basta. Su espíritu con eso se reanima y adquiere nuevo temple. Siente a Je– sús más cerca de sí y después lo mismo en la puerta que entre el bullicio y en las ocupaciones lo ve y le tiene presente. Habla, obra, se mueve bajo su dulce mirada. Por eso hay tanta serenidad en su rostro; por eso fluyen de sus labios las palabras amables y pene– trantes, y halla recursos inagotables en su corazón y pensamientos acomodados a las necesidades de tantos como los solicitan; por eso todos se retiran satisfechos y reciben una impresión indeleble de su trato con él y su figura se fija con trazos imborrables en su memoria, Además no faltan días en que casi de continuo pue– de gozar tranquili:1mente la soledad encantadora de aquella celdita de S. Alejo: los días de viento y lluvias en que los peregrinos no se mueven de sus casas o acu– den en escaso número a Altoetting, esos días tempes- · tuosos que impiden el acceso al santuario. Y en esas ocasiones es cuanJo se sumerge en la contemplación del amor de Jesús sacramentado o bien se entrega a la meditación de su pasión; y goza libremente de la fami– liaridad de su Dios, sin que ninguno vea ni oiga.

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