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-60- -Fr. Conrado; mis padres profesan la doctrina de los Católicos Viejos. ¿Qué he de hacer? -Oremos, hija. Dios puede remediar lo que los hombres no alcanzan. Ora, tus padres volverán a la fe católica. Pero lo más eficaz en Fr. Conrado es el apostolado del ejemplo. La m1jestad de su rostro, la serenidad del semlllan– te, la suavidad de sus modales, la gravedad de su por– te impresionan a todos. Aquella mirada sencilla pero expresiva; aquella atmósfera de recogimiento de la que no sale ni aun cuando sonríe; aquella dulzura de sus pa– labras y de modo particular su inalterable paciencia producen de ordinario una excelente impresión así en los religiosos como en los seglares. Uno de sus compañeros, que vivió con él muchos años, hace esta descripción conmovedora: <Por todo su continente y su porte y aún por el modo de andar, Fray Conrado producía una impresión profunda que infundía reverencia. Su vista conmovía lo más íntimo del cora– zón y era de continuo un estímulo para el bien. Su te– nor de vida despertaba en todo tiempo el pensamiento de Dios. Yo solía decirme con frecuencia; ¡Fr. Conrado es tan bueno y yo tan gran pecador! Viéndolo tan humil– de, paciente, benigno y modesto, nacia en mí el deseo de imitarle.» Una enfermera del hospital civil de Altoetting gus– taba de ir con frecuencia a la portería del convento pa– ra ver una y otra vez al humilde y benigno Fr. Conra-

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