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CAPITULO VIII Apostolado a portería del convento de Altoetting cons– tituye el campo de su apostolado . Los pobres que pasan de contínuo ante él tienen un alma. Y lo mismo los peregri– nos. El los mira, clava en ellos su mirada y piensa:– ¿Estos pobres se preocupan por ventura tanto del ham– bre del alma como del hambre del cuerpo? ¿Acaso los pecados que llevan en el alma no serán más sucios y asquerosos que los harapos que cubren su cuerpo? Sabe bien que a muchos de aquellos desgraciados les ha faltado formación cristiana. Algunos habrán na– cido en familias olvidadas por completo de sus deberes religiosos, o habrán vivido en un ambiente hostil a la fe entre gente corrompida y delincuente. Otros habra sin duda que después de ~aber recibido una buena educa– ción han vuelto atrás. Los unos han nacido pobres; pe– ro los otros se han hecho pobres por sus vicios o por reveses inesperados de la fortuna.

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