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rado con su benevolencia acostumbrada-y vuelve lue– go con una escudilla de sopa. Pruébala el mendigo y no encontrándola de su gusto como otras veces, echa todo al suelo, despechado, diciendo: -Cómela tú si quieres, frailón! El Siervo de Dios no se turba. Recoge con calma bs trozos de la escudilla rota y dice al mendigo: -¿No quieres esa sopa? Ya te daré otra. Y vuelve a la cocina a preparar alguna cosa mejor.
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