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-55- cibe a menudo varias amonestaciones de no andar en los alrededores con demasiada facilidad y de mantener– se fiel a Dios. Y la joven persevera en su fervor y co– mulga con frecuencia y da buen ejemplo. Pero un día desaparece y no se la ve más. Pasan muchos afíos y un día afligida y extenuada vuelve a la portería del convento de Altoetting, con– fundida entre los pobres y llena de vergüenza. El San– to la reconoce. Mirándola con aquella mirada intuitiva que penetra hasta el fondo lee sus extravíos en su con– ciencia y alargándole pan en abunda11cia la llama con voz compa:;iva por su nombre: -¡Fanny! La joven comprende que Fr. Conrado ha leído en su corazón: prorrumpe en sollozos y vuelve arrepenti– da a su primer fervor. Mas no siempre los pobres se muestran agrade- cidos. Un día tres muchachos le dicen c::rn aire resuelto: -Fr. Conrado, un poco de cerveza por favor. El Santo va a traerla y se la da con su habitual sua– vidad de formas y con aquella mirada expresiva que in– dica el gran espíritu de fe con que siempre hace las cosas. Aquellos la beben y burlándose del Santo se alejan riendo a carcajadas. Otra vez se presenta un pordiosero cuando ya nada resta: -Veré de encontrar algo para tí-le dice Fr. Con.

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