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-54- ficiente cantidad así para los religiosos como para los pobres. Como suele acaecer en tales ocasiones además de los pobres vienen ·a veces V[;gos y viciosos. El Santo da también a ésto8 en abundancia esperando que la ca– ridad les vuelva al buen camino. Pero no satisfecho con eso acompañd esa caridad externa con oraciones fer– vientes en su corazón en favor de esos infelices que a menudo heridos por la gracia se convierten. Un día uno de los Padres del convento, ll&mado a confesar, baja a la sacristía y encuentra un joven harto desalií'íado en el vestir que parece un presidiario. -¿Tienes algo que decirme, hijo?-le pregunta el Padre. Aquel se arrodilla y rompe a llorar. -¿Por qué lloras? -¿Por qué? Soy el mayor pecador de la tierra. Quiero confesarme. -¿Qué es lo que te ha movido a venir a confesarte? -He estado pidiendo un poco de pan a Fr. Conra- do. Pero él al dármelo me ha mirado de un modo extra– fio y aquella mirada me ha traspasado el corazón. He resuelto cambiar de vida y de conducta. Fruto es éste de la caridad del Santo y fruto tam– bién de la fe y espíritu de oración con que cuida de acompaí'íarlo. Una joven llamada Fanny frecuenta con los pobres la puerta del convento y juntamente con el pan, más bién abundante que escaso, que le da Fr. Conrado, re-

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