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CAPITULO VII El amigo de los pobres los pobres S. Conrado no ve ni descubre sino a Jesucristo. ¿Qué extraño que tenga tanta paciencia y caridad con ellos? La vista de los pobres le enternece y por ellos no dudaría en realizar los más duros sacrificios. -Jesús-suele decir-se oculta bajo estos pobres harapientos. Viene a visitarme y pedirme un poco de pan y de aHvio. El que es el alimento verdadero de las almas y puede si quiere saciar mil mundos. ¿Cómo, pues, no recibirle con regocijo y gratitud y servirle afectuosamente? Pensando de esta suerte, es evidente que todo po– bre supone a sus ojos más que un hermano, puesto que es un enviado del cielo que trae una misión divina a los hombres. Y los pobres que ven su caridad y leen en su rostro un amor que no es humano, acuden en gran número a él y vuelven frecuentemente.
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