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-47- Cruz, que «un religioso para ser tal debe ser ciego, sordo y mudo "aun con sus hermdnos. » Los que le conocieron han tejido un· coro de alaban– zas sobre su silencio . Otro compañero dice: «Estando siempre en la ' portería conoció muchas personas, mas · nunca se informó de su condición y de lo que pasaba por el mundo.» Si alguno quiere entablar larga conversación con él en la portería, le ataja ingénuamente con amabilidad : «Me falta mucho que rezar» y se despide. Su aprecio del silencio es grande y su fidelidad a él nunca violada . Sabe ya por experiencia que el silen– cio le abre la puerta a aquella familiaridad con Dios que el pío autor de la Imitación llama «sobre manera ad– mirable.» Por eso escribía a una afortunada terciaria que go– zaba de sus santas confidencias: «Hermana carísima, amemos siempre el silencio; quien habla mucho, no lle– gará jamás a una vida verdaderamente interior. Hablan– do de esta materia no acabaría nunca.» Bastarían estas palabras para formarse idea del gra– do extraordinario de vida interior de nuestro Santo. Por lo demás es evidente que no hubiera llegado a la santidad que llegó sin un amor particularísimo a esta virtud que da tanta tranquilidad y nos acerca a Dios, como enseña la Imitación de Cristo de que era asiduo lector: «El alma devota progresa co11 el silencio y el descanso.» El portero de Altoetting - necesita además mucha prudencia y muchísima paciencia.

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