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-46- a la santidad-practicar la virtud y singularmente el re– cogimiento y el silencio en un oficio tan incómodo que exige tanta actividad? Y con todo ahí, en esa portería de Altoetting, es donde S. Conrado ejercita heroicamente el silencio, el recogimento y las demás virtudes. Este portero, que emplea el tiempo en abrir y ce– rrsr la puerta de entrada, que tiene que recibir tantos peregrinos y responder a infinitas preguntas, observa un silencio maravilloso y vive en un recogimiento difí– cilmente asequible. Entre los propósitos formulados antes de la profe– sión está el del silencio que quiere «observarlo riguro– samente, siendo parco en el hablar, para preservarse de muchos defectos y estar más unido con Dios.> Y lo cumple fiel y constantemente. Ninguno puede asegurárnoslo mejor que sus com– pañeros: «Fr. Conrado-dice uno de ellos-fué sobre– manera parco en sus palabras. Dudo que, en un año que hemos estado juntos, me haya dirigido cien palabras, no obstante tener que tratar yo con él todos los días.» Ocupado como está interiormente en la presencia de Dios, dando oído atento a sus suaves, delicadas y misteriosas voces, no siente necesidad de hablar, antes bien halla dificultad en ello. Y no solo con los seglares sino también con los religiosos. El mismo compañero añade: «Era tal su silencio que hubiera podido llamársele Conrado el silencioso. A él pueden aplicarse aquellas paiabras de S. Juan de la

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