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-45- aquí que quiere bendecir algunos objetos de piedad, el de más allá que encarga una misa. Hay ocasiones en que se &mantona la gente y muchos se cansan de espe– rar. La campanilla suena, mientras no faltan quienes murmuran y se quejan de la tardanza. - Pobre portero!. ¡Pobre Fr. Conrado! Pero él siempre humilde, siempre igual, se interesa por cada uno, dando a todos una respuesta con voz tranquila, serena, siempre dulce. Diríase que no tiene oídos para escuchar las injurias y que hay en su cora– zón ecos ignorados de regocijo, ya que nunca se ve al– terado su rostro y a todos indistintamente distribuye suaves sonrisas de bondad que acarician el corazón, doliente a veces, de los peregrinos, ejerciendo secreto influjo sobre ellos. Esa es la ocupación constante de Fr. Conrado en la portería del Convento de Altoeting desde el prime– ro de Enero al 31 de Diciembre de cada año, en invier– no y verano, cuando llueve y cuando calienta, de la mañana a la tarde, todos los días de su vida, durante 40 años, exceptuada solamen'.e una hora poco más o menos después de mediodía en que le sustituye otro religioso. (1) Y ¿cómo es posible-para él sobre todo que aspira (1) En las vidas de los santos se refiere de otro, S. Alfonso Rodriguez de la Compañia de Jesús, que durante más de 30 años desempeñó el oficio de portero en el colegio de Monte Sión y es– caló, algunos siglos antes que nuestro Conrado, las cumbres más altas de la santidad.

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