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-44- solícito y sonriente, para abrir y cerrar la puerta. Pero 110 es solo para los religiosos para quienes tie- ne que hacer el servicio. La campaniJla a cada momento. -¿Quién es? ~Peregrinos. -Bienvenidos aquí junto a la Virgen. ¿Qué quereis? - -Confesarnos . ..:_Perfectamente: voy a avisar a un padre. Prepa– raos entre tanto. Pero aP..tes que haya tenido tiempo para volver, la camp:milla suena de nuevo una y otra vez. -¿Quién es?-pregunta con dulzura. -Somos unos pobres que venimos de lejos a visi- tar a la Virgen. Ahora antes de partir quisiéramos, si es posible, algo de comida. -Sí, aguardad un poco. Cierra suavemente_la puerta y se aleja. Pero mier.· tras va por el pan, la campanilla suena con fuerza dos veces. -¿No está aquí el hermano portero?-preguntan a veces gritando los recién llegados. Llega Fr. Conrado, siempre sereno y sonriente. Da el pan a los pobres y pregunta a los otros qué es lo que desean. Y esto cada momento, de continuo, siempre igual, todos los días. El uno una cosa, el otro otra. Este que quiere ha– blar con el P. Fulano, aquél con el P. Mengano; el de

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