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CAPITULO V ne nuevo en Altoettíng cordará el lector aquellas expresiones de nostalgia y sentimiento de Fr. Conrado cuando, alejado del convento de Altoet– ting, escribía a sus familiares participán• doles que había sido destinado a otra parte. Conocía que no podría vivir santamente sino junto a la Virge 1, donde respiraba a pleno pulmón la vida del espíritu y donde le envolvía una confianza, llena de luz, de poder conseguir más fácilmente la suspirada perfección religic sa bajo la protección de tan cariñosa Madre. Y tal vez hasta en Laufen, durante el año de novi– ciado, volvía a menudo a sonreír a su fantasía la dulce imagen de la Virgen de Altoetting, con todo ese suave poder de seducción que ejerce todavía en toda Ba– viera y en Alemania, y 'le sonreía precisamente porque pensaba que allí encontraría por ventura mayor fuerza y apoyo en la virtud, pues el ambiente mismo parece

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