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-30- y Fr. Conrado, que siente vivamente el contraste de esta mortifitación, besa la tierra humildemente ·y se ºdirige u la huerta a trabajar. -Maestro, le dice otra vez terminados los maitia nes de media noche-si me permitiera quedarme en el coro ·hasta la mañana, tal vez ganaría más con ello, pues a esta hora lio puedo conciliar el sueño y no hago otra cosa que dar vueltas en la cama. -Vaya a dormir y será mejor, hombre desordena– do-le dice el P. Maestro-quiere velar despues de maitines y luego durante el dia está como entontecido sin hacer nada. Es demasiado prescntuoso, hijo mío. Sepa al menos obedecer. Y Fr. Conrado calla. Besa humildemente el suelo y toma el camino de su celda, acomodándose sobre su lecho. Pero el Maestro no se limita a eso solo. A veces el buen novicio va a preguntarle qué debe hacer. -A la verdad que no sé en qué . ocuparle-le res– ponde aquel ásperamente delante de la éomunidad-es inhábil para todas ias cosas de alguna importancia y solo sirve para desempefiar un oficio que se podría dar a otros más activos y que trabajarían con más prove– cho. Además se me figura que es un hipócrita que fin– ge querer trabajar para no ser reprendido de poltrone– ría a la que es tan propenso. Le apostrofa muchas veces con desabrimiento, se muestra enojado y descontento de él, le echa en cara las

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