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CAPITULO IV Novícío capuchíno dmitido entre los hermcJnos legos en Altoe– ting se entrega con fervor al nuevo génea ro de vida. Al principio encuentra algunas dificultades; pero con su ánimo generoso pronto las vence y escrib~ entre otras cosas a sus her– manos: «Aquí las horas de la oración y del trabajo es– tán establecidas de modo preciso y me queda poco tiempo para otras cosas. Pero vivo contento; gozo de bu_ena salud y nada me falta. Los frailes son muy bue– nos y nos amamos mutuamente ... Los primeros días, dado mi carácter tímido, experimentaba alguna dificul – tad para estar entre tantos; pero pronto he aprendido a conocerles mejor y todo va bien .» Su alegría mayor, de la que nunca se cansa, es so– bre todo el encontrarse en el célebre santuario de Al– toetting, d~nde la Virgen recibe tanto culto y donde él goza de tanto sosiego, dirigiendo de continuo sus pen– samientos y afectos a Ella, dedicándola el tiempo y las fatigas y ofreciéndola su persona y todas sus cosas.

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