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-22- ca. Para eso parece haber frecuentado el gimnasio de los Benedictinos de Metten. Pero encu·entra no pocas dificultades y francas repulsas. Una vez asiste a una solemne misión , predicada en Ering del Inn y para ello recorre diariamente un camino de más de cinco horas. Pero su espíritu encuentra pábulo allí y para quien ama nada monta el sacrificio. Bien pronto halla un óptimo director en un sacer– dote llamado Dollinger, muy requerido, y para comu– nicarse con él recorre cada semana asimismo cinco ho– ras, pues residía aquel en Aigen. A partir de esta fecha vive más tranquilo. L,a luz se abre camino en su corazón y ya comienza a vislumbrar la meta. El silencio, el retiro, el desapego de todo se hacen más visibles, como lo advierten los suyos y en especial su hermana Teresa: en la mente de todos está que acabará por ser religioso. Su porte externo es el de un santo. Un testigo ocu– lar dice: «Cuando le veía yo oir la misa o acercarse de– votamente a la Comunión o quedar absorto en profun– da meditación, no podía menos de decir: ¡oh, si yo pu– diese orar como Juan! Después de la Comunión está– base largo rato en actitud angélica. Admirando su fer– vor yo repetía: ¡Un día será santo! Como solía volver– se de Aigen en ayunas, un día me acerqué a él y le dije :. -Juan, ¿por qué no desayunas antes de volver a casa? -No lo necesito-me replicó sonriendo-me basta la oración.

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