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CAPITULO III Hacía el claustro a llegado ya el tiempo de tomar una deter– ,_ minación. ¿Habrá de continuar cultivando el cam– " po o elegirá algún otro estado? En el mundo está como perdido. Nada Je atrae an– tes bien todo le repugna. ¿Qué ha de hacer en él? Se siente en cambio atraído por Dios a quien busca con ansia, experimentando un deseo intenso y profun– do de El. Y Dios le invade y se enseñorea enteramen– te de su ser. Nota en sí algo misterioso que le ator– menta y consuela al mismo tiempo. Anda contento y animoso pero no sabe dónde llegará ni de qué medios ha de servirse. Para saciar sus anhelos de santidad y de luz, se hace peregrino de todos los santuarios pidiendo conse– jo a los sacerdotes de mayor prestigio. Es evidente que Dios trabaja en su corazón. Al principio piensa en abrazar la carrera eclesiásti-

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