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-17- Para no fijar ·sus djos sobre esta tierra de destierro, los sumerge en lo aito, en el cielo, donde le aguarda su querida madre y desde donde parece sonreirle y ani– marle. Juanito desde aquel día va muchas veces a arrodi– llarse sobre su tumba, en el pequeño cementerio de Weng, donde reposa. Y más que rogar por ella, se en– comienda a sus ordciones y a veces se le ve orar allí durante mucho tiempo. ¡Qué bien se halla allí y cómo quisiera quedarse en aquel lugar para siempre! Siente el contacto con su alma bendita que aletea en su derre– dor; y mientras le parece que le habla y repite todas aquellas cosas que solía recomendarle de continuo, cree casi oir claramente su voz y en su mente se renuevan las mil escenas del pasado. -· Sin embargo la madre está muda para siempre. No obstante él se levanta de allí más animoso y con mayor decisión de seguir sus ejemplos y virtudes. Al cabo de dos años muere tambien el padre. Queda por consiguiente huérfano y solo; y si bien cuenta ya 16 años, comprende que se ha desvanecido para siem– pre todo apoyo humano. Se afirma entonces más sólidamente en Dios que no puede faltar; en Dios que desde su infancia ha sido su verdadero sostén y maestro. En el cementerio de Weng un modesto sarcófago de marmol recuerda aún a Bartolomé y Gertrudis Birn– dorfer, reunidos en el mismo sepulcro. Pero desde la tumb1 silenciosa y muda que los encierra, nos dicen aún 2

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