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-12- librado, tranquilo y ecuánime siempre, ejercía un as– cendiente nada ordinario sobre los jóvenes de &u edad, y era llamado por todos <el angelito del Venus.» La gracia obra evidentemente en el fondo de su na– tural bien dispuesta, y la sP.ntida piedad de que vive forma un marco maravilloso al cuadro de tan bellas cualidades. Sin embargo ese sosiego y ese reflejo glorioso de paraiso se alteran cuando oye ofender a Dios. Un día, mientras juega con sus compañeros, oye blasfemar el nombre santo de Dios y de la Virgen. Pa– lidece y tiembla repentinamente al oirlo, y luego, pro– fundamente afligido, se pone de rodillas y con los ojos arrasados en lágrimas pide a Dios perdón por el blas– femo. Sus mismos compañeros malos le temían y aún elu– dían su presencia pero no se atrevían a rebelarse. Una vez tres de ellos sostenían una conversación nada buena, cuando vieron al «angelito del Venus» que se acercaba. Al punto uno llama la atención a sus com– pañeros diciendo: -¡Callaos, silencio! que viene Juanito. ¡Ay de no– sotros si nos oye! Por aquí se ve que su sola presencia valía más que un sermón.

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