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-9- todos están dentro, a la hora de la oración, diríase que aquello es una iglesia, tal es el silencio, el recogimien– to y la piedad en todos. Rezan juntos el Angelus de rodillas; alternan des– pués el rezo del santo Rosario, se fomenta la devoción a M:lría, se cuentan las historias del antiguo y nuevo Testamento, que tanto agradan a los niños, se vive en suma una vida morigerada y patriarcal, de suerte que un anciano que estuvo muchos años al servicio de aque– lla C!lsa ha podido decir lleno de satisfacción al fín de sus días: «En la casa de los Birndonfer la vida era un idilio sagrado y patriarcal.» Juanito, nuestro santo, aunque de los más jóvenes, era el más diligente en el cumplimiento de sus debe– res, el más asiduo a las oraciones y a las historietas piacbsas. Eso es un hecho cierto. Un testimonio magnífico a este propósito, transmiti– do por quien lo conoció en aquella edad, nos lo dan es– tas palabras: «Le gustaba orar y oir hablar de Dios., Frase elocuente. -=-odo lo que se relaciona con Dios, todo lo referente a El, encuentra una secreta emoción en su corazón y va a herir las fibras más íntimas de su espíritu. ¿Hablan de Dios sus padres? Allí está Juanito con elcorazón abierto y el alma gozosa, atento a oir y recoger sus pa– labBs. Saborea con secreta complacencia, y siente que se agita en su pecho una llama que es luz y amor; una llama de la cual no se da cuenta todavía pero que sin
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