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P1·ólogo España, aunque anciano, se mostró digno ele figurar al lado, ele otro misionero Capuchino. como el B. Diego de Cádiz, el V. P. Carabantes y el P. Jaén. Mas esto que a primera vista debiera habernos retraído de escribir la vida ele este gran misionero, ha sido precisamente lo que más ha movido nuestro ánimo a emprender esta obra, aun creyéndola superior a nuestras fuerzas, porque esperamos que la grandiosidad de los acontecimientos que se narran, despertarán gran interés en los lectores, causando a la vez honda admiración en ellos, y contribuirán a que pasen más inadvertidos los muchos defectos literarios que se hayan des– lizado en este trabajo. El lenguaje que usamos es el ordinario y sencillo, pues,. como desprovisto de los adornos y g·alas ele la retórica, nos parece más adecuado para la vida de un santo, la cual debe, ser escrita para la edificación y provecho espiritual de toda clase ele personas, ora sean letradas, ora carezcan ele letras. y aun acaso más para éstas que para aquéllas. Nuestro misionero ejerció su apostolado en varios países, muy distantes unos de otros, y alg·unas veces lejos de las miradas de otros compañeros suyos y hel'manos de religión,. es a saber, primero en la Repüblica ele Venezuela, después en la Isla ele Cuba en compañía del V. P. Claret, más tarde en las Repüblicas de Guatemala y El Salvador, en la América Cen– tral, y, por fin, en Francia y España. Por esta razón, nada o muy poco podemos decir de su admirable vida en algunos años, fuera ele alg·unos aconteci– mientos ruidosos que se hicieron del dominio público; ya· porque sus compañeros en aquellas misiones murieron muchos años ha, ya también porque carecemos ele algunos de sus. manuscritos, cuyo paradero no nos ha sido posible averiguar hasta la fecha, y sin los cuales no hay medio de llenar este· vacío. Lo que sí podemos afirmar y lo hacemos con gusto, es que cuanto decimos de nuestro P. Esteban en esta obra, es com– pletamente cierto e histórico, como que está apoyado o en