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74 Vida clel P. Acloain a Guatemala a fin ele unirse con sus hermanos en religión, di– cho señor Obispo le llamó a su presencia y quiso sincerarse con él del paso que había dado, si bien el humilde misionero le ata– jó en su conversación con estas palabras: «Excmo. Sr., no me hable nada de lo pasado, porque todo fué dispuesto por Dios. » Le habló largamente, le regaló un libro como recuerdo eo prueba de afecto y le clió otras señales de estimación y ca– riño . Poco más de un mes hacía que había tomado posesión del Arzobispado ele Santiago ele Cuba el venerable P. Claret, cuan– do enterado, sin duela, nuestro P. Esteban de las excelentes cualidades de que se hallaba dotado tan santo Prelado, se de– cidió a pasar a sn diócesis, e,iperando hallar protección, y ciertamente, no se engañó. Salió de la Habana el 27 de Marzo, y al cabo de 1~ días, lleg'ó a Santiago de Cuba. Presentóse inmediatamente al señor Arzobispo, hízole una ingenua y sen– cilla relación ele su vida y de lo acaecido últimamente en la Habana, y después ele haberle escuchado atentamente, cono– ciendo que Dios le enviaba un gran operario evangélico en su ayuda, le dijo estas textuales palabras, que el Padre quiso consignar en J;;us apuntes y que debieron inundar su alma, de grandísimo consuelo: «Desde hoy será V. mi misio– nero y familiar; no tendrá V. asignación ninguna ; pero sano– y enfermo, será tratado como yo, y desde hoy comenzará a trabajar. » Palabras que se cumplieron a la letra durante los cinco años y medio que permaíleció al lado del P. Claret, como se verá por la relación de su vida y misiones en el curso de· esta historia . III Mas antas séanos permitido dar a nuestros lectores alguna idea o noticia del triste y deplorable estado en que, en e1 orden moral y relig'ioso, se hallaba entonces la más hermosa de nuestras Antillas, sirviéndonos pa1'a ello ele la breve des– cripción que hace el historiador del venerable Arzobispo de

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