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Vida del P . Adoain República; pero las confesiones, que son el verdadero fruto <le la misión, fueron pocas, pues sólo se confesaron las perso– nas que frecuentaban los sacramentos, causándole no poca pe– na al ver la indiferencia que reinaba en los hombres, como suce– de en todas las grandes ciudades, especialmente de América. Al llegar a este punto, no podernos menos de citar un hecho notabilísimo que sucedió en este mismo tiempo, y el cual se ,se dió a luz con mucho lujo de detalles en el periódico titu– lado El Revisor de la Política y Literatiira Americana que se publicaba en Cara~as. El Viernes de Dolores, festividad que cayó aquel año en el ,día 30 de Marzo, predicó un sermón en la iglesia de San Fran– -cisco de dicha ciudad de Caracas, en el cual combatió con gran -calor ciertas especies vertidas por el periódico El Venezolano, en cuya redacción estaban metidos el Presidente ele la Repú– blica, D. Teodoro Monages, y uno de sus ministros, D. Leoca– dio Guzmán, quienes ya habían decretado y comunicado la sentencia de expulsión a todos los Religiosos españoles, si bien esta orden fué revocada y no se llevó a efecto merced a las ,enérgicas y amenazadoras reclamaciones del Cónsul español señor :Muñoz. De resultas de este sermón, en el cual se creyó ~ludido el Jefe de la Repüblica, que vivía públicamente entre– gado al torpe vicio del concubinato, fué denunciado ante el poder ejecutivo por los Señores Jefes Ribero y Morales, Auto– ridades jurídicas entonces, que entendieron que predicar la doctrina de Jesucristo y del evang'elio era atacar al liberalis– mo de la República. Llamado a declarar e interrog·ado por el señor Revenga, Ministro del Interior, tuvo el sig·uiente notable diálogo, que tomamos de una biografía que se publicó a raíz de su muerte (1): -¿Ha predicado V. esta Cuaresma? -Sí, señor. -¿En cuántos templos? (1) Jfensajero Sei-áfico, aüo 1884.

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