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48 Vida clel P. Adoain hacen mucho daño en los conucos o maizales. Son tantas y tan diversas las aves, que los mismos naturales no saben cómo se llaman. Para diversidad de aves y plumas no hay quizá en el mundo como Rionegro. La tierra se halla infectada de– insectos, en g·ran parte venenosos. Las culebras son muchas-, pero las que hacen mucho mal en los animales vacuno y caba– llar, como la cascabel y mapanares, con solo una picada mue– ren al momento, y lo mismo sucede con la gente. Se ven mu– chas desgracias. Los mosquitos zancudos y pullones se dejan ver como nubes, y molestan tanto, que nadie puede dormir– sin su mosquitero, y puesto el sol, es preciso cerrar todas las ventanas y puertas para que no entren. La nigua, sólo cono– cida en América, es muy parecida a la pulga, sólo que tiene blanca la parte posterior de su cuerpo y la boca armada de una trompita con la que se introduce en los pies de las gente& y también en los dedos de la mano (como a mf me sucedió y me costó días el curar); introducidas, al momento ponen hue– vos; de aquí nacen las crías y van tomando campo, de modo que enteramente inutilizan a quien las tiene: es preciso sacarla en su principio con toda su conchita, porque si ésta queda dentro es como un veneno y sacada la pulga, si se moja luego, causa un pasmo que lleva a uno a la sepultura. Una gran parte del ejército de Morillo se perdió por no saber lo que era este animalito, como también nos sucedió a nosotros en un principio. He visto morirse hasta perros de la nigua. Hay también infinidad de otros insectos que no dejan plantar ni coles, ni lechugas, ni tomates, porque nada pueden librar– de tales bichos.» Esto acerca del país. II Con respecto a sus moradorea entresacamos de sus escrito& lo siguiente: «El indio-dice el P. Esteban-es de un carácter dócil, sumiso, obediente, humilde y cumplidor de su palabra. Estando, pues, revestido de tan buenas cualidades, es entera– mente desconfiado con los racionales: pero sucede todo lo

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