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42 Vida del P. Adoain lidad pública e impostores, que cuanto predicaban era una pura fábula y que habían sido arrojados de Europa por ser hom– bres malvados y escandalosos; mas en vez de hacer prosélitos con esto, sólo consiguieron que aun los más libertinos se escan– dalizasen y los abandonaran. Sabedor nuestro P. Esteban de estas calumnias, sin hacer-– caso ele las que pudieran referirse a sus personas, hace en un sermón la apología ele las verdades de nuestra Religión califi– cadas por los libertinos como frívolas , y revestido ele un ardiente celo por la gloria ele la Ley Santa del Señor, dirigién– dose hacia los libertinos, instrumentos y abortos del infierno , les dirige estas palabras: «Decidnos, espíritus fuertes del siglo tenebroso del día: ¿Qitis ex vobis poterit liabitare, cuni igne– clevomnte? qztis ex vobis citm rtrdor·ibus sempitemis? ¿,Quis e:JJ" vobis 1·esistet iram ejusr Descenderá sobre vosotros toda su có– lera y no tardará muchoh. Luego tuvo su efecto tan terri– ble pronóstico. Uno de los enemigos de la Santa Misión mu– rió repentinamente sin poder pronunciar ni una palabra y sin recibir ningún Sacramento, estando presente su mismo– Párroco. De esta manera acreditaba el Señor á su ministro y enviado ante las gentes. El fruto de esta misión fué muy considerable pues todds. se acercaban al Sacramento ele la penitencia dispuestos a hacer una buena co:::ifesión general, aun aquellos, y era la mayor parte, que no se habían confesado desde que salieron los Capuchinos andaluces, por lo cual estuvieron continua– mente atareados en oir confesiones durante los dieciséis días que duró la misión, sin que les quedara más tiempo que e~ indispensable para rezar el oficio divino y tomar el necesario, reposo. Los hombres de vida más licenciosa , los que vivían públicamente amancebados, los que habían repudiado a sus– esposas y eran la piedra de escándalo para la ciudad, se pre– sentaron a los pies del Misionero como si fueran otras tantas Magdalenas penitentes, arrepentidas de sus torpes amores y vicios, y pidiendo perdón de sus culpas. Los unos contraje– ron matrimonio canónico, los otros abandonaron el ilícito, consorcio y todos arreglaron sus vidas .

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