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Oración fúnebi·e 409 mordiendo la carne de ese pecho ya muerto. Y es que todo ha podido morir, el hombre y el pecado; pero la penitencia ha sobrevivido, y está ahí santificando un cuerpo despedido ya de la vida. Un religioso adornado con tantas . virtudes y enriquecido con tan eminentes prendas, estaba llamado a ejercer grande influencia en los destinos de su Religión, ocupando sus más altos puestos. Pero la Providencia que le tenía destinado a otra misión, permitió que por la calamidad de los tiempos permaneciese obscurecido y envuelto en aquella nube de pequeñez y humildad que él tanto amaba. Sólo en los últimos años de su vida se le vió primero al frente de una pequeña comunidad y poco después a la cabeza de toda la provincia de España. Y en ese reducido espacio de tiempo reveló sus grandes cualidades para la prelacía . Un exquisito facto, una prudencia consumada, un conocimiento profundo de las cosas y de los hombres, una caridad ardentísima, un amor entrañable a su Religión y una perspicuidad y acierto propios sólo de las almas iluminadas con los resplandores de la comunicación divina. Obra suya es el restablecimiento de la Relig:ón Capuchina entre nosotros. Autorizada la instalación de una Comunidad .en Antequera y posteriormente la de otra en Sanlúcar, bajo la inspiración amba::; del P. Esteban, ha sido asombrosa la rapidez con que se han multiplicado los Conventos de la Orden. Andalucía, Valencia, Cataluüa, Navarra, la provincia de Santander, en todas partes han visto levantarse esas casas de oración y de penitencia, esos semilleros de predicadores evangélicos que recorren aldeas y ciudades, llevando la paz y la tranquilidad a las conciencias y a los pueblos. Y en el P. Esteban estaba como encarnado ese espíritu que anima a las nuevas Comunidades y que nos recuerda los tiempos del gran Francisco de Asís. La Religión Capuchina se ha presen– tado entre nosotros en toda la fuerza de ese espíritu de perfec– ción como un ejemplo vivo de penitencia, de oración, de