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' 36 Vida del P. Acloctin cipalmente para presentarse en el templo. Además de lo dicho, contribuyó no poco a ganarse las simpatías del pueblo, y, por ende, su conversión. la continua asistencia a los enfermos y su gran caridad con los necesitados, especialrrnmte con los ver– gonzantes. Contento el pueblo de Parapara con su párroco, trató de impedir que saliera ele él acudiendo al Gobierno de Venezuela;. más nuestro misionero, que nada deseaba tan ardientemente– como la reducción y civilización ele los salvajes del Apure,. misión que el Comisario Apostólico había confiado a los Pa– dres navarros, según carta del mismo, se opuso a este inten– to diciéndoles que no le faltarían párrocos. Si el pueblo tenía . interés en que permaneciera en él su amado párroco, no debía, tener tanto el Gobierno, como tampoco el Sr. Arzobispo,. pues aunque él y sus compañeros escribieron al Gobierno para que los enviara a su destino antes que se inundase la Provincia del Apure por el desbordamiento del río del mismo nombre, no obtuvieron respuesta alguna, por lo cual el P. Gui– llermo de Ugar, que se hallaba regentando la parroquia de San Francisco de Tiznados, se presentó en Caracas, y en nom– bre suyo y de sus compañeros, hizo saber al Presidente de Ve– nezuela su decidido propósito de ir a los indios salvajes o de tomar otras medidas. Ante esta actitud, el Gobierno cedió, siendo destinados el P. Guillermo de Ugar con el P. Ignacio Fernández, relig·ioso Dominico, a la misión de Caribén en las márgenes del Orinoco, y nuestro P. Esteban con el P. Julián de Hernaní a la de Barandul perteneciente al distrito de Acha– guas, cuya capital, que lleva el mismo nombre, fué en un principio una misión fundada en el año de 1774 por el Padre Alonso ele Castro, Capuchino andaluz, quien le dió este nombre– de tribu Achag·üe, a la que había civilizado.

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