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Elogios 401 sus misiones en Europa y en América, sus increíbles trabajos entre los bárbaros y salvajes de las selvas, sus luchas heroi– cas con los salvajes y los bárbaros de la moderna civilización, sus observaciones y estudios de gentes y países sólo conocidos de esos ángeles en forma humana que renuncian a todo, inclu– so la vida, por ganar almas para el cielo. Y por mal que yo lo hiciera, seguro es que la vida del P. Esteban había de causar interés y admiración, y arrancaría lágrimas de ternura y entusiasmo aun a los corazones más duros. »Pero no quiero que el Si,qlo Putnro dilate el honrar. la memoria . del infatigable apóstol, del ejemplar religioso, del santo misionero que acaba de morir, y envío a ustedes los apuntes escritos a vuela pluma por uno de los médicos que le asistieron en su última, incurable enfe:.-medad . Publí– quenlos ustedes para edificación de cuantos los lean, y como leve tributo de veneración a la memoria de un santo ....... » Según nuestros informes, el P. Santiago de Guatemala, admitido por el P. Acloain a la religión en aquella República, y desterrado con él a Europa, fué quien en los últimos días de su vida, logró sustraerle los susodichos manuscritos entre– gándolos al Sr. Nocedal para su pubLcación. Después ele haber leído el Sr. Nocedal los mencionados cuadernos, los consideró tan interesantes, que al año y medio del falleci– miento del Santo Capuchino, los publicó ínteg-ros en el Siglo Put1~ro con el título o epígrafe de Memorias del P. Esteban. No nos ha sido posible servirnos de ellos en esta obra, por no haber llegado a tiempo a nuestras manos hasta después de hallarse en prensa nuestro trabajo, y aun entonces sólo los que se refieren a sus misiones ele Venezuela, cuyos originales, como decimos en el prólogo ele esta história, se hallan en nuestro poder. Por lo demás, no tememos afirmar que son muy pocas las noticias de verdadero interés que en ellos podríamos hallar, fuera ele las que poseemos por otros con– ductos y que hemos insertado en esta vida, como puede comprender el lecto1·, por las razones alegadas al principio. 26

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